Detalles

Artículo

Turno de noche

nuclear-power-plant-de-noche-5e443e.png

Víctor Makarovich fue un buen instructor, no solo nos enseñó a dominar la tecnología, sino que nos enseñó a respetar las radiaciones, algo que muchos rusos no hacían. También nos enseñó que es necesario ducharse cada vez que se sale de la zona de régimen estricto, algo que, obviamente, muchos rusos tampoco hacían. Pero a Víctor Makarovich no le gustaban los turnos de noche, por eso cuando correspondía ese horario apuraba la lección y a las doce, dos horas después de haber entrado, ya estábamos en la puerta de la Central para tomar el autobús de los mecánicos de regreso a la ciudad.

No sé si Makarovich no sabía o no se percató de era domingo y los domingos no sale el autobús de los mecánicos. Jamás vi al viejo tan contrariado, con las manos en la cintura daba pasos cortos de un lado a otro negando con la cabeza. Se paró en la puerta y miró afuera, la noche era oscura y el termómetro marcaba quince grados bajo cero, se volvió hacia nosotros.

_ Si estuvieran más abrigados podíamos ir caminando.

De todos los cubanos el único que vestía un abrigo (Пальто) era yo, los demás llevaban apenas chaquetas (куртка). Mes y medio de entrenamiento y no habíamos quedado una sola noche en la Planta, no teníamos ni siquiera un local donde recostarnos un rato. Podíamos regresar a la Sala de Control, pero la operación normal de una central eléctrica (incluso nuclear) en ese horario suele ser aburrida. Si eres operador, tienes la responsabilidad de mantener controlado el Reactor y evitar que tres toneladas de material altamente radioactivo escapen y contaminen todo un continente, te mantendrás despierto, pero si eres estudiante y estás sólo mirando con las manos cruzadas atrás, a las tres de la madrugada tendrás sueño… y hambre.

Víctor Makarovich continuaba caminando de un lado a otro, se paró de nuevo en la puerta y miró afuera, volvió hacia nosotros y repitió.

_ Si estuvieran más abrigados podíamos ir caminando.

Entonces fue que Marcos explotó. Marcos había estudiado su carrera en Moscú, era de nosotros el que mejor conocía el idioma y las costumbres del país, hacía las veces de traductor y otras de jefe, aunque no lo era.

_El viejo quiere ir caminando _nos dijo_ el menos abrigado soy yo y estoy dispuesto, así que si quieren nos vamos.

Ni siquiera me di cuenta cuando fue que abandonamos el edificio y comenzamos a dar pasos aplastando la fina capa de nieve sobre la carretera. La noche era muy oscura y era peligroso atravesar el bosque, había que tomar el camino largo, siete kilómetros por la vía asfaltada hasta llegar al primer punto donde pudiéramos calentarnos.

El cuerpo humano no está diseñado para el frío extremo, como mecanismos de defensa para intentar aumentar nuestra temperatura, nuestros músculos tiemblan y nuestros dientes castañetean, los pelos se erizan y la piel se nos pone de gallina. El hipotálamo, la glándula en el cerebro que actúa como termostato, estimula estas reacciones para mantener los órganos vitales y conservar el calor a toda costa, sacrificando incluso las extremidades si es necesario.

A la altura del Quinto Bloque, Makarovich nos detuvo y preguntó

_ ¿Quieren continuar o regresamos?

Entonces Marcos gritó en ruso algo que no entendí bien, pero sonó como “¡Aquí no se rinde nadie c…!” El viejo dio media vuelta y reanudamos la marcha.

La respiración se me hacía jadeante y el aire frío cortaba como un cuchillo mi garganta poco entrenada para esas temperaturas impidiéndome respirar, cubrir mi nariz y boca con las manos enguantadas no ayudaba mucho. Miré a mis compañeros desabrigados. En ese momento comencé a dudar de que lo lograríamos.

De pronto, una luz, un ruido de motor ¡un camión! con cubierta, preparado para el transporte de personal. El carro se detuvo, el chofer asomó su cabeza por la ventanilla y gritó en ruso algo que no entendí bien, pero debió ser “¿Ustedes son c…?”.

Rápidamente abordamos el transporte, tan solo ingresar a la caseta nos hizo entrar en calor, a los pocos minutos vimos aparecer con alegría las primeras luces de la cuidad, estábamos a salvo. Una vez en el centro nos bajamos, agradecimos al conductor y dimos las buenas noches a Makarovich que nos despidió con una sonrisa pícara. Luego de subir las escaleras y llegar a las habitaciones entramos sin demora a nuestras camas calientes, después de haber terminado nuestro Turno de Noche.

 

Leer más en el Blog del autor

0 comentarios

Nuevo Comentario

Inicia tu sesión para agregar un comentario:Iniciar Sessión