Detalles

Artículo

Crónica olvidada de Novovoronezh

novovoronezh-980b87.jpg

Salimos antes de que finalizara el turno. A esa hora no hay transporte, pero como hay buen tiempo decidimos caminar, atravesando el bosque, desde la Central Nuclear hasta la ciudad de Novovoronezh.

Es verano y tan cerca del Círculo Polar Ártico el sol se niega a ocultarse hasta bien tarde. El aire es limpio, el silencio sólo se rompe cuando las ramas secas se quiebran bajo nuestras botas. Algunas aves y ardillas retozan entre los árboles.

Al llegar al pueblo pasamos cerca del estadio donde un grupo de colegas cubanos juega béisbol en un improvisado cuadro, desde las gradas varios niños observan tratando de entender el complicado juego. En el mercado compramos algo para el desayuno del día siguiente, unos kopeks bastan para llenar nuestro bolso de leche y pan.

Al acercarnos al edificio El Pentagon se nota que es diferente al resto, las ventanas del piso superior están abiertas, se escucha música, voces y risas. La Bastiora nos saluda amablemente a la entrada mientras tomamos el elevador.

La puerta se abre en el noveno piso. En la sala dos descamisados golpean con fuerza la pelota plástica sobre la mesa de Ping Pong alrededor de la cual otros animan, o más bien desaniman, a los competidores esperando su turno para jugar.

Caminamos por el pasillo, en cada habitación suena un tocadiscos con una música diferente, en la primera Freddie Mercury se desgañita cantando Bohemian Rhapsody, en la segunda Silvio nos recuerda que el sol no da de beber, más adelante Toto Cotugno entona E' inutile suonare, qui non vi aprira' nessuno.

Por una puerta abierta se observa un grupo que repasa la lección del día, alrededor de una mesa donde yace un complicado esquema. En la cocina común todas las hornillas están encendidas y los calderos humeantes despiden olores tan diferentes como la música del pasillo.

Esta noche nos visitan dos veteranos de la Segunda Guerra Mundial. Llegado el momento se sirve torta y té. Es una pareja, lucen medallas en sus pechos. Luego de un intercambio de bromas la conversación se torna seria. Nos cuentan como resistieron y como derrotaron a los invasores fascistas, están orgullosos de su pueblo, están orgullosos de la Unión Soviética, están orgullosos del Socialismo. Les preguntamos que quieren de nosotros. Queremos que bailen, nos dicen, queremos ver como bailan.

Suena la música, ritmo afrocaribeño fusionado con jazz, las parejas mueven sus pies y sus caderas, giran y se entrelazan. Los ancianos disfrutan asombrados de las habilidades de los bailadores. Todos en el salón están felices. Es 1988, Mijaíl Gorbachov es el presidente de la Unión Soviética y ha prometido renovar el Socialismo. Ninguno de los presentes esa noche tiene la menor idea de lo que va a suceder en apenas tres años.

 

Leer más en el Blog del autor

0 comentarios

Nuevo Comentario

Inicia tu sesión para agregar un comentario:Iniciar Sessión